Vacío. Besacalles. Angelita y Miguel Ángel. El tiempo de la ciénaga. Maternidad. Los mensajeros. Destinitos fatales.

Una cadena de coincidencias atraviesa la obra literaria de Andrés Caicedo, quien , en sus veinticinco años, escribió relatos, novelas, obras de teatro, guiones y una inmensa cantidad de textos sobre cine. Dichas “coincidencias” no son más que urgencias en la búsqueda de una voz interior que ahora lo identifica, donde los personajes van y vienen de una narración a otra, como si habitasen un solo castillo de traviesos espectros. Para el presente volumen, se escogieron siete relatos que dan cuenta de las facetas más representativas de su universo. En primer término, el relato denominado “Vacío”, escrito en 1969 y donde aparecen, por primera vez, los personajes de Angelita y Miguel Ángel. Ese mismo año, es muy probable que Caicedo haya encontrado su voz, a juzgar por la cantidad considerable de relatos y de textos para el cine que salieron de su frenética máquina de escribir. Ese año escribió “Besacalles”, desconcertante y divertido personaje de las calles nocturnas de Cali, del cual no revelaremos su secreto, sino que invitamos al lector para que se acerque a su desopilante y desgraciada condena. El segundo de los relatos que lo componen se llama “Angelita y Miguel Angel”, punto de partida de la única película que realizó Andrés Caicedo, en 1971, junto con el director de cine Carlos Mayolo. Acto seguido, el lector se encontrará con “El tiempo de la ciénaga”, monólogo interior (casi todos los relatos de Caicedo son escritos en primera persona) que cierra la gesta de los angelitos, donde “los niños bien” se fusionan con personajes populares y las consecuencias serán, por decir lo menos, nefastas. Cabe recordar que este escrito fue el ganador del III Concurso Nacional de Cuento convocado por la Universidad Externado de Colombia. Se incluye a continuación “Maternidad”, relato que el autor consideraba “su obra maestra”. Toda una colección de contrastes en los que, una vez más, unos jovencitos se hunden en los desastres cotidianos, víctimas de los excesos, la banalidad y la podredumbre. De nuevo, del año 1969, se publica otro de los grandes tesoros de su producción: se trata del relato utópico denominado “Los mensajeros”, en el que una vieja estrella del cine recuerda los tiempos en los que Cali era la meca universal de “el séptimo arte”. Para terminar, la fusión entre cine y literatura se encuentra en la revista que Andrés Caicedo fundase en 1974, la cual denominó Ojo al Cine. De allí sale esta serie de tres pequeñas fábulas denominadas “Destinos fatales”, cuyo título es una parodia de la traducción al español de la película Tales of Terror. Los años han pasado y Andrés Caicedo es un clásico de las letras colombianas del siglo XX. A quienes ya lo conocen, les proponemos aquí una nueva manera de acercarse a su gesta. A quienes van a leerlo por primera vez, los envidiamos.