La ciudad del buen pan: retazos de la comunidad imaginada por los pastusos realistas / Isabel Arroyo
Por: Arroyo, Isabel.
Tipo de material: Artículo ISSN: 0006-6184.Materia(s): SOBERANIA -- GUERRA -- CAMBIO CULTURAL | CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS -- INDEPENDENCIA -- POLITICA -- COLOMBIA | HISTORIOGRAFIA -- CULTURA -- NARRATIVARecursos en línea: Haga clic para acceso en línea En: Boletín cultural y bibliográficoTipo de ítem | Ubicación actual | Colección | Signatura | Info Vol | Copia número | Estado | Fecha de vencimiento | Código de barras | Reserva de ítems |
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Revista | Centro de Información y Consulta Estantería cerrada | Colección Hemeroteca | Vol.55, No.100 (2021-07-21) | Ej. 1 | Disponible (Consulta Externa) | H01348 |
17 referencias bibliográficas
Durante nuestras guerras de Independencia, la escritura de cartas y proclamas públicas por parte de sus principales protagonistas aparece como una pieza fundamental de las estrategias militares. Con ellas los jefes de los ejércitos no solo aspiraban a ganarse el favor de la opinión. Buscaban también persuadir o amedrentar al bando contrario, confundirlo con versiones amañadas sobre el curso de los acontecimientos en los centros lejanos del poder o, simplemente, ganar tiempo mientras llegaban refuerzos y las tropas se reponían de la última confrontación.
En los archivos del Cabildo de Pasto se conservan los intercambios epistolares de los miembros de esa corporación con varias figuras notables de la causa independentista que asediaron la ciudad entre 1811 y 1814. Todas ellas venían desde el norte y se detuvieron un tiempo del otro lado del río Juanambú para ensayar los medios escritos de persuasión. Llegaron primero los enviados de la Junta de Gobierno de Popayán; su presidente, el caleño Joaquín Caicedo y Cuero, y poco después “el inglés americano” Alejandro Macaulay. Luego de varias cartas cruzadas y varios giros de los acontecimientos, el 26 de enero de 1813 Caicedo, Macaulay y “10 soldados de la tropa de Cali” fueron fusilados en la plaza mayor de Pasto por orden del presidente de la Real Audiencia de Quito. Un año más tarde aparece un tercer corresponsal que llegó con sus tropas desde más lejos: Antonio Nariño, teniente general y presidente del estado de Cundinamarca.